EL ARIA SOLITARIA

                                                                                   Elegía a Fischer Dieskau

Sintió el Amor de poeta a través de Robert, como nadie se puso en la piel de Yago, sedujo a don Juan y luchó contra la opresión con don Carlos y Giuseppe.

Un lied romántico de Franz se abandonó sobre las teclas de un piano, unas lágrimas lloró una bella molinera, una soprano rompió una copa con su do de pecho.

La batuta  tomó vida propia en manos de Bareinboim, solidaria con aquella rebelión de corazones rotos. El dependiente del estanco de la esquina redujo el pedido semanal y a mi logopeda se le quebró la voz.

Cuando lanzaron la última paletada sobre el féretro, Fischer Dieskau cantaba para los ángeles y mejor que ellos una inaudible melodía para sus otros yo terrenos. Sin saber cómo ni por qué, una tarde de viernes de mayo todas las gramolas de los anticuarios giraron al unísono al son del Réquiem de Joahnnes, mientras unos lienzos acongojados los observaban en un melómano silencio.