LA PRINCESA DE ÉBOLI

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La rememoración histórica de la princesa (consorte) de Éboli, descendiente de la casa y ducado de los Mendoza, parte del ruego de Ana, su hija menor, para que le cuente los pormenores de su existencia y que pueda rezar por ella. Su madre, en su lecho de muerte, le relatará los pasajes más importantes de su vida y de su época, tal y como le pide.

Y así asistimos a su infancia, en la que gustaba de jugar como los chiquillos, y al fatal accidente con un florete que lastimó uno de sus ojos; a su matrimonio a instancias del rey Felipe II con el príncipe de Éboli; a su abundante descendencia mientras se forja su amistad con la tercera mujer del monarca español, Isabel de Valois…

Por sus palabras conocemos la presunta enfermedad de don Carlos, excéntrico futuro rey e hijastro de Isabel, cuya enemistad con su padre se hace patente, así como las habladurías del pueblo contra él y sus crueles tendencias si se le contraria. Vox populi es cómo trata a las mujeres con las que yace como si fueran animales a los que torturar. Don Carlos, que odia a cuantos le hacen sombra (sus hermanastras, su tío don Juan, hermano bastardo del rey Felipe II, este mismo), acaba encerrado y termina por dejarse morir.

La princesa de Éboli nos hace conscientes de cómo las dos familias más importantes, la de los belicosos Alba (y su cardenal Granvela) y la de los Mendoza (de entre los que destaca su marido Ruy Gómez de Silva, que había encomendado su vida al rey) más pacíficos, han ido gobernando a la sombra España.

Al trasladarse la Corte de Toledo a Madrid, la protagonista se siente más feliz porque está cerca de la casa de Pastrana. Y ahí, cuando su marido Ruy fallece, opta por enclaustrarse en uno de los conventos de las carmelitas descalzas cuya fundación en su señorío ella había impulsado. De esta manera, conocemos los entresijos de su relación con la madre Teresa y con la priora de uno de ellos.

Pronto, el seguidor de las ideas de Ruy (quizá hijo natural suyo) y secretario del rey, Antonio Pérez, la conquista con su labia. Y comienzan nuevos embrollos como la rivalidad entre este y el secretario de don Juan, Escobedo, apodado el Verdinegro, que termina con el asesinato del último y la acusación contra él y la princesa por sospecharse que fueron sus instigadores, aparte de por ir contra el decoro (él estaba casado, pero eran conocidos sus lazos amorosos), lo que a ella le valió el encierro en diferentes lugares.

Nos revela también que don Juan de Austria, quien había ido a pacificar los Países Bajos, al mismo tiempo imaginó invadir Inglaterra desde allí para casarse después con María Estuardo y, de una u otra forma, llegar a reinar.

En su confesión, le explica estas y otras intrigas palaciegas y secretos de Estado en que se ve involucrada. Y admite que, para evitar un supuesto mal mayor, los suyos —y ella por omisión— atentaron con pecados capitales contra el cristianismo al que se someten de puertas para fuera.

Y en todas las ocasiones utiliza un vocabulario muy apropiado que remite a las costumbres y pasatiempos de entonces y a un afán de precisión terminológica (juegos de caña, correr toros, bailes como la gallarda, corralas, carnavales, vía crucis, Semana Santa, solimán, indulgencias, autos de fe, amancebamientos y matrimonios indeseados, las mujeres como máquinas de engendrar y las reinas cuyo fin es ofrecer herederos, fiebres cuartanas, plácet, etcétera).

Esta especie de biografía novelada, realizada por una descendiente directa de la familia en que se centra, la abogada e historiadora Almudena de Arteaga, resulta amena y sencilla, con capítulos cortos titulados con sus palabras clave y, a menudo, entre paréntesis, con los años en que esos hechos sucedieron.

Hace más de veinte años que la publicó y yo no la había leído, pero nunca es tarde si la dicha es buena.

Cita interesante:

Cuando alguien está a punto de saltar, lo mejor es sonreír para proporcionarle inquietud y desconcierto.

Para saber más:

https://delaruecaalapluma.wordpress.com/2013/06/22/el-convento-de-pastrana-y-la-princesa-de-eboli/.

https://www.herreracasado.com/2011/09/02/almudena-de-arteaga/.

 

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