POESÍA DE GUANTE BLANCO

Poesía de guante blanco porque se cierne como una sombra fugaz sobre nuestra conciencia o una leve caricia sobre nuestro entendimiento. Porque nos trae la clarividencia y el discernimiento de lo oculto tras lo que creíamos inamovible.  Porque nos remueve con el simple chasquido de unas palabras que sorprenden, con el roce de su musicalidad y de su ritmo de pensamiento. Porque nos envuelve con su dominio de la imagen. Porque sus metáforas son doblemente puras -aun cuando formalmente fueran impuras-, puras por su delicadeza extraordinaria y puras porque nos limpian las telarañas de la mirada acostumbrada a la realidad cercenadora, a los tópicos de lo cotidiano y a la mudez de las cosas.

Poesía de guante blanco que hace obvio el río oculto, que hace de lo sensorial (sobre todo visual y auditivo) una corriente prístina de una plasticidad contorsionista. Aunque, sobre todo según avanza, se plague de referencias musicales (magnífico es el breve poema Testamento de Jeff Buckley), literarias y del mundo del cine (en su mayoría recogidas en el apartado final de «Anotaciones»), el sentido permanece intacto. Aunque en ocasiones se deje llevar de cierto gusto por la internacionalización de lo mirado (los artistas ahogados, la Casa-Museo de Keats-Shelley en Roma, el Barrio Alto de Lisboa, el cementerio de Père-Lachaise parisino, el monte Fuji y la atracción por lo oriental) y la inclusión de extranjerismos. 

Y de guante blanco porque nos roba el descanso. Empezar a leerlo es seguir hasta acabarlo, algo raro, realmente excepcional en un libro de poesía, normalmente hijo de un momento, que se lee en oleadas, que se coge y se deja y se coge y se deja hasta que se llega, por fin, al punto final (que no tiene por qué ser el último punto, puesto que tampoco es necesario leerlo sucesivamente).

Un hallazgo, Fundido en negro del zaragozano Jesús Jiménez Domínguez, Premio de Poesía Hermanos Argensola 2007. Un premio merecido. Una trayectoria que habrá que seguir. «La soledad concurrida» de sus lectores crece.

Óscar Wilde consideraba que «hay dos clases de artistas: los unos aportan respuestas, y los otros, preguntas». Jiménez en El bonsai del barón de Yoritomo deja en el aire una antigua pregunta que remite con gran originalidad al Tempus fugit. Añadía Wilde: «Es preciso saber si se pertenece a los que responden o bien a aquellos que interrogan; porque el que interroga jamás es el que responde. Hay obras que aguardan, y que no se comprenden durante largo tiempo; es porque aportaban respuestas a preguntas todavía no planteadas; ya que con frecuencia la pregunta llega terriblemente más tarde que la respuesta». Sin embargo, a mí me parece que este autor nos responde a muchas dudas, además de hacerse-hacernos preguntas.

Imágenes que me impactaron en esta obra:

  • La canción que el viento silba de noche / nunca escalará las listas de éxitos: / llegar para marcharse en el aire / siempre es un fracaso.
  • La memoria es un león dormido entre algodones.
  • … que la carne / se pudre en el burdel del cuerpo…
  • Duermo veinticuatro vigilias por día, siete muerte vivo por semana.
  • La eternidad es un topo que da de mamar a sus muertos.
  • Y Gainsbourg sabe que el amor es un naipe marcado.
  • Todo se mezcla y todo se confunde porque nada es mentira.
  • La verdad es una grita que abre una ruta hacia el abismo.
  • flotamos hermosos sobre el tiempo con la estrategia del aceite.

Sinestesias maravillosas:

  • La sombra del árbol sabe a ciruela.

Paradojas que nos dejan boquiabiertos:

  • La contradicción un país secreto del que siempre se regresa / con un beso en la espalda y un puñalada en los labios.
  • (Sombra) esa embajada de la noche en el país del día.

Algunos enlaces  sobre este joven poeta, más que promesa un jalón de la poesía del siglo XXI: http://jesusjimenezdominguez.blogspot.com,
http://www.revistateina.org/teina17/lit6.htm, http://lasafinidadeselectivas.blogspot.com/2008/02/jess-jimnez-domnguez.html.

Y en total acuerdo con él, alguna vez he escrito expresiones semejantes a estas suyas:

  1. La soledad es una enfermedad de la piel.
  2. Vivir consiste en ir perdiendo cosas.

Para terminar, quiero reseñar un contraste ingenioso entre símil y metáfora que encuentro en una entrevista suya: «El símil es como dar vueltas a un sitio donde quieres entrar sin saberte la contraseña. En la metáfora ya has entrado y estás en el centro de la fiesta», que en otro momento lo expresó con una alegoría así: «entre ir al grano o estar ya en el grano (o mejor: ser el grano) suelo preferir lo segundo».

Genio y figura.

 

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