Rosario de Gorostegui nos entrega una nueva impresión fímica con esa mirada cinéfila que la caracteriza. Esta vez le ha tocado a Siempre nos quedará mañana (Paola Cortellesi, 2024), una película que ha sido todo un fenómeno y que, quizá, lo debería ser aún más, porque para algunos relatos Italia es una mínima península en el ingente mundo con los mismos parámetros.
“¿A dónde voy?”, se pregunta Delia y le pregunta a su hija cuando esta le recrimina por permitir que su padre la pegue. Los golpes son una costumbre, afirma el suegro. No hay que pegar siempre porque se acostumbra; mejor, de vez en cuando.
La Italia de los años cuarenta, cincuenta. Como la España de esos años y posteriores también.
Cómo es golpear. Intento imaginarlo, no por morbo sino para odiarlo más; no para entender sino para rechazarlo con las tripas. Delia se queda por la costumbre, por presión social. No era un secreto: los vecinos, las vecinas lo saben y asisten impasibles, esperan hasta que él termine; a que ella salga y pueda disimular las marcas una vez más.
Sin embargo, Delia no parece acobardada; sigue trabajando, ahorrando, engañando para poder hacer, encontrándose con un hombre que le gusta. Todo ha crecido a su alrededor, entre sus manos, con sus dedos, con su dinero, con la comida que ella prepara y la casa que sostiene a pesar de los insultos y el maltrato continuado. No quiere a Ivano, lo desprecia y carga con su violencia por la familia, por su hija y quizá porque hubo otros momentos en los que se quisieron, antes de las guerras… Se quiere ir, se quiere ir, construye un puente para escapar que nos da una esperanza, en un arranque de decisión que se ve truncado por una suerte de destino adverso. Todo se alinea para dificultar la decisión tomada que lleva al espectador a un lugar equivocado. Pero muy bien cosido, hilando acontecimientos y ocultando o haciendo coincidir otros en un cruce confuso de circunstancias, tropiezos, carreras, encuentros fortuitos y ausencias en el límite de lo verosímil. Nos encogemos esperando que despegue, que conquiste sus sueños que son también los nuestros. Y en una escena de triple salto mortal, de redoble de tambores, Delia se convierte en una mujer creíble, consciente, sólida, solidaria, comprometida con su tiempo y su realidad política. Uf. El tiempo de las conquistas es una apuesta solitaria. Hay riesgo de ganar.